La mujer, ha sido siempre grande, una luchadora incansable, a pesar de que al principio su labor se vio limitada al cuidado del hogar, la agricultura y educación, desarrollando generaciones. Bien es cierto que, en algunas culturas como los celtas, los astures en España, Irlanda e incluso entre los vikingos, la mujer era criada en igualdad de condición al varón; en el resto del mundo, ha enfrentado la desigualdad.
A una mujer exitosa no la define el pasado, ella está en su presente, evoluciona y se construye diariamente en el éxito. Integra sus actividades con su corazón y sus valores, balanceando su vida de una forma satisfactoria y rompiendo con las cadenas impuestas, inclusive por el lenguaje, el cual no es estático y debe de estar en continuo cambio, influenciado por el entorno sociocultural.
Las estructuras sociales se forman a partir de las actividades laborales y cualidades físicas, reflejando la visión del mundo en el lenguaje. Éste ha dejado de ser neutro al ser un espejo del pensamiento que lo condiciona y limita. La cultura universal, que es de tradición patriarcal, expresa la desigualdad entre
hombres y mujeres, donde el género femenino es subvalorado y el masculino exaltado.
Los estudios han comprobado que a las niñas se les enseña a expresarse de una forma más dialogante, dubitativa y comunicativa; siendo mediadoras y subordinadas. Su lenguaje es acompañado por verbos de interacción (acompañar, ayudar). Se les habla más adjetivado, refiriéndose al aspecto físico (guapa). Mientras que, a los varones, se les permite desde pequeños la interrupción y se les enseña con verbos de movimiento y acción; ligados al triunfo, éxito y creatividad.
Se conoce que el cerebro de un hombre y una mujer es diferente. Los hombres presentan mejor conectividad entre la parte anterior y posterior, lo cual favorece su percepción, coordinación y acción. El lenguaje se encuentra en el lado izquierdo y esto los hace más reservados al hablar.
Las mujeres conectan mejor sus hemisferios, lo cual aporta una mayor capacidad de análisis, intuición y sensibilidad, percibiendo con facilidad los cambios de voz y emoción a su alrededor; activan los hemisferios al comunicarse y expresar emociones.
Por eso, se dice que el varón es racional y la mujer afectiva, sin olvidar que las hormonas juegan un papel muy importante en el funcionamiento cerebral.
Las mujeres influyentes y exitosas han logrado conexiones neuronales más intensas, al enfrentarse a un medio ambiente más hostil, adscrito a la educación y roles. Ellas han logrado que esas conexiones logren satisfacer las necesidades que requieren sus actividades profesionales y personales. Ayudadas por estímulos, han alcanzado gran plasticidad cerebral, lo que les ha permitido identificar el todo y sus partes para apoyar en la resolución de conflictos y catástrofes. Se han convertido en líderes en la ayuda de sectores vulnerables que viven en pobreza y carencia de salud.
En México, las mujeres no sólo han sido testigos de las tradiciones socioculturales-lingüísticas, sino inclusive de la brecha salarial. Con la llegada del siglo XX y las dos guerras, comienza la incorporación masiva de las mujeres al mundo laboral. Hoy, el 45.7% de la fuerza es de mujeres y varias han alcanzado
puestos de alto nivel e impacto, como son las empresarias Blanca Treviño o María Asunción Aramburuzabala y destacadas científicas como Julieta Fierro o Eva Ramón Gallegos. En el ámbito político, su presencia está en la presidencia, gobiernos de estado e inclusive en la suprema corte de justicia; hecho
histórico, ya que apenas hace 70 años que las mujeres pueden ejercer su derecho a votar y ser votadas.
Una mujer influyente representa el cambio, se conoce y conoce sus habilidades y talentos, creyendo siempre en ella misma. Emplea todas sus herramientas para guiar, motivar, empatizar, crear. Posee características muy bien definidas: Es trabajadora, comprometida, emprendedora y sabe mantener la estabilidad de su casa y del trabajo. Le ha enseñado tanto a su pareja como a sus hijos a ser un equipo, dándole valor a las metas compartidas, como son el trabajo, estudio, relaciones y triunfo. Ella no le quita su valor al hombre, por el contrario, comparte los roles y esto enriquece la nueva sociedad y al país.
La transformación que ellas han logrado en la cultura, en el lenguaje e inclusive en sus cerebros, les ha permitido llegar a la cima de una montaña desde la cual nos demuestran que el cambio radica en el querer.
Las mujeres, pilares de la humanidad, han sido: viento de guía, madres, reinas, primera ministra, presidentas, princesas, pintoras, escritoras, diseñadoras, lideres.
Terminamos citando a Katya Echazarreta, “Quiero que veas mi historia, que veas todo lo que he hecho y sepas que si tú tienes este sueño, que si quieres hacer lo mismo que yo, tú puedes”.