La inserción laboral de la mujer es una realidad que trasciende en la vida económica nacional. De acuerdo al Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM (IIEc), en 1970 la participación femenina en la economía familiar era de 17%, en 2010 aumentó a 39%.
Ante las recurrentes crisis que se han presentado en el país a partir de los 80, la mujer incrementó su participación en los sectores productivos ante la necesidad de sumar un ingreso más en la familia y la disminución del poder adquisitivo salarial. Así la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del INEGI, muestra que en el cuarto bimestre de 2012, 18.43 millones de mujeres formaban parte de la población ocupada, es decir 45% de las mayores de 14 años, pero simultáneamente 91.9% combinaba su trabajo con los quehaceres domésticos.
La misma encuesta demuestra que cuatro de cada 10 hogares en México tienen jefatura femenina acreditando con ello que existe una modificación de patrones culturales y educativos respecto de la generación anterior.
A pesar de lo anterior, la mujer tiene que luchar en contra de roles y estereotipos de género que la obligan a desarrollar una doble jornada laboral y a ser encuadrada en la prestación de servicios y la realización de actividades propias de su “feminidad” como son: cultora de belleza, educadora, vendedora o enfermera. Sin considerar la necesidad de superar, vía la educación, parámetros ocupacionales que están en función del contexto cultural y social imperante en México.
Como consecuencia se tienen que superar barreras como el “techo de cristal” que en la esfera directiva limita el ascenso de las mujeres, argumentando que su condición de madres no les permite desarrollar jornadas extraordinarias o desplazarse fuera del ámbito familiar.
Así en las grandes empresas, de cada 10 directores generales, ocho son hombres. Las mujeres pueden tener las mismas responsabilidades y cargos similares pero ganan menos o bien, se les impide competir por puestos más altos según por que no tienen la disponibilidad de tiempo. A esto hay que agregar el ACOSO SEXUAL por parte de compañeros y superiores.
En este contexto, de acuerdo al Observatorio del Salario de la Universidad Iberoamericana de Puebla en un estudio publicado el año pasado, después de la crisis de 2008, la brecha salarial por GÉNERO, pasó del 17% hasta el 30%. Con esta diferencia, en algunos sectores, sobre todo el de servicios financieros, se despidió a personal masculino y se contrató a mujeres con un salario entre 25% y 30% menor para HACER EL DOBLE DE TAREAS.
Esta actitud DISCRIMINATORIA se acentúa en el sector comercio, seguido por las mujeres que están en áreas industriales y las que llegan a posiciones directivas.
La diferencia es tal que las mujeres que laboran en el sector comercio tendrían que recibir un incremento de 52% para ganar igual que los hombres. Mientras que las que laboran como funcionarias y directivas tendrían que recibir un aumento de 25% de acuerdo al INEGI.
En España una mujer trabaja 84 días más al año para ganar lo mismo que un hombre de acuerdo a la Encuesta Adecco en 2014.
Es evidente que la mujer debe ser un factor de transformación en los ámbitos cultural, educativo, social y económico. Sin embargo para el desarrollo pleno de la misma, deben abatirse obstáculos que limitan SU EMPODERAMIENTO, entre otros: la discriminación, la inequidad y el ejercicio de la violencia, las brechas salariales y la ponderación económica del trabajo doméstico.
Que el plan Nacional de Desarrollo en México se integró en este gobierno que está por concluir, por primera vez con perspectiva de género, nos permitió a las mujeres influir en la instrumentación de POLÍTICAS PÚBLICAS que atiendan y resuelvan los grandes rezagos que enfrenta más de la mitad de la población en este país.
Aunque el análisis del Coneval reconoce que la participación de las mujeres en el mercado laboral y como perceptoras de recursos para los hogares se ha incrementado entre 2010 y 2016, destaca que su participción económica es menos a la que registran los hombres en los recursos del hogar.
Islandia aplicará el estandar de salario igualitario con el fin de erradicar la brecha salarial entre hombres y mujeres para 2022. Con esta medida será el primer país donde será obligatorio para las empresas públicas y privadas con más de 25 empleados, comprobar la paridad salarial.
En consecuencia se realizan estas propuestas:
• Incrementar los programas de capacitación y formación que permitan un mayor acceso en el ámbito profesional y en mejores condiciones laborales a las mujeres.
• Reflejar en la legislación laboral las medidas tendientes a combatir la discriminación bajo el principio “a trabajo igual, salario igual”.
• Inducir en empresas y centros laborales una certificación en perspectiva de género.
• Refirmar acciones para combatir la violencia en el contexto laboral que deriva del acoso y el hostigamiento sexual.
• Hacer políticas públicas a través de iniciativas de ley con el fin de combatir el acoso y hostigamiento sexual en las dependencias de gobierno y empresas privadas.
Es una convicción personal que la integración plena de la mujer, en un plano de igualdad, preservando la equidad, respecto del hombre, permitirá alcanzar a nuestra nación nuevos estadíos de progreso, bienestar y justicia.