Es la mañana del 03 de marzo del nuevo 2025 y al abrir el clóset, miras al fondo la ropa y zapatos deportivos que, casi nuevos, apenas usaste con la promesa de asistir al gimnasio cercano pero, no, hoy tampoco será ese día. 

Sales de prisa, apenas comiendo algo rápido en el camino como desayuno. Sí, sabes que levantarte más temprano y comenzar a mejorar tus hábitos alimenticios es importante, si no es que ya necesario para tu salud. Pero no, hoy tampoco será ese día. 

Y durante tu trayecto tu mente comienza a divagar en los miles de pendientes que dejaste la semana pasada. Comienzas a sentir esa opresión en el pecho, llama tu madre y de pronto la conversación se acalora y terminas colgando la llamada enfadada, tu irritabilidad está otra vez al tope.

Sintiendo la opresión en el pecho, viene a ti la idea del curso de meditación que tu mejor amiga te recomendó pero que has pospuesto porque has dicho tener mucho trabajo, por más de seis meses y no, hoy tampoco será ese día. La mayor parte de tus deseos de año nuevo, no pasaron a ser más que un dulce deleite de uvas, meras intenciones.

¿Te suena familiar? Bueno, bienvenida al club de los procrastinadores anónimos y no, no estás mal, simplemente desconocemos cómo funciona la parte de nuestra mente y nuestras emociones que nos impulsan a tomar acción o cambiar comportamientos. No es fácil y te entiendo.

Mucho tiempo, a pesar de que yo me consideraba una mujer disciplinada, había ciertos hábitos que me costaba comprometerme a largo plazo, era lo que definían como “buen caballo de arranque pero yegua corta para el cierre”. 

Te compartiré algunos puntos que puedan ayudarte a comprender el porqué postergamos para, en vez de frustrarnos y sabotearnos en la culpa, poder autogestionarnos de forma más eficaz.

  1. No tener claro un para qué. El ser humano actúa por miedo o por placer. Cuando no tenemos claro el para qué deseamos hacer las cosas, más allá del “deber o tengo” y definimos una razón que nos motiva desde nuestra esencia auténtica, no hay una inspiración suficiente que nos lleve a romper el patrón de inercia que llevamos.
  • Establecer prioridades. Tenemos muchas metas y objetivos a lo largo de la vida, en un año y en un día, pero si no sabemos administrar nuestro tiempo y priorizar aquello en lo que deseamos enfocar nuestra atención, que es lo más valioso que tenemos, nos perdemos en un falso intento de control y perfección de lograr demasiadas cosas al mismo tiempo. Me gusta la idea no del equilibrio perfecto, sino que la vida es más una armonía. Como en la orquesta sinfónica que el director logra esas bellas melodías a través de priorizar ciertos instrumentos en diferentes momentos, pero nunca al mismo tiempo. 
  • Aprender a decir no. Establecer límites sanos, reconocer y respetar nuestras necesidades y perder el miedo al rechazo. Toda decisión que elegimos, implica rechazar otra cosa. Y en ocasiones nuestras acciones no están alineadas con lo que realmente necesitamos y evadimos esta responsabilidad, tomando compromisos que no se alinean a nuestros objetivos. 
  • Patrones inconscientes. No podemos negar que actuamos más desde nuestro inconsciente y este tema es mucho más profundo y requiere atenderse, de forma profesional y compasiva desde una perspectiva terapéutica. 

En mi caso, descubrí que en ocasiones no terminar algo que comenzaba, era también una forma de evitar el llegar hasta el final, asumir las consecuencias y evitar sentir la frustración de que las cosas no fueran como yo esperaba. 

Así que, comenzando este año y con nuestra lista de metas, te invito a hacer un ejercicio de reflexión y observar cómo estos puntos pueden ayudarte a replantear mejor tus objetivos. Al final, recordando la frase trillada pero muy cierta: “el éxito no está en el camino, sino en quien te conviertes en el proceso.”

¡Feliz, trasciende 2025 querida lectora!

Por Aura Martínez Paredes/ Terapeuta, Autora y Conferencista, Mentora en Meditación & Liderazgo Emocional para Vidas Extraordinarias/ www.lideratuvida.com.mx