Un tenis rojo y otro blanco
“Me tomo el rechazo como alguien que sopla una trompeta en mi oído que me despierta para ponerme en marcha, en lugar de retirarme”
Sylvester Stallone
Un domingo entró mi hijo de seis años a mi recámara diciéndome que ya estaba listo para irnos, cuando me percaté de que traía un tenis de un color rojo y otro de distinto modelo de color blanco. Le pregunté si se había dado cuenta de que traía dos tenis distintos, además de diferente color y me contestó que sí, que él los había escogido. Le cuestioné el porqué y me dijo que porque así le gustaba a él y que se veía muy bien.
Por mi mente pasó el miedo a que se burlaran de él los otros niños, que lo rechazaran, y que acabara sintiéndose mal. Así que traté de persuadirle para que se pusiera los dos iguales. Pero fue inútil, casi llora de la insistencia. Acabé cediendo y se fue con un tenis de color rojo y otro distinto de color blanco.
Más tarde, ya tranquila, reflexioné lo sucedido, y comencé a cuestionarme cómo es posible que los seres humanos le tengamos tanto miedo a la desaprobación de los demás. ¿Por qué nos preocupa salirnos de lo que parece un esquema estándar impuesto por la sociedad? La respuesta fue inmediata: un alto miedo al rechazo y la desaprobación.
¿PERO CÓMO SE INICIA LA HERIDA DEL RECHAZO?
Según el Diccionario de la Real Academia Española la palabra rechazo significa:
“Acción y efecto de rechazar”. “Vuelta o retroceso que hace un cuerpo por encontrarse con alguna resistencia”.
La herida del rechazo inicia desde que somos muy pequeños, cuando somos desautorizados incluso por algunos de nuestros padres, así que la mayoría de las veces nos convertimos en imagen de ellos para agradarles y ser aceptados, odiando y tratando de enterrar esa parte que es nuestra.
Así que la mayoría crecemos bajo patrones impuestos por los padres y abuelos, y posteriormente, son reforzados por el entorno como las normas sociales, culturales y educativas. Dejándonos atrapados en una caja, con muchos condicionamientos aprendidos y un alto grado de adicción a ser aprobados por los demás.
En el libro “Adicción a la aprobación” de Joyce Meyer, en su pagina 93, señala que: “Cuando basamos nuestra autoestima en la forma en que la gente nos trata o en la que creemos que los demás piensan de nosotros, nos hace convertirnos en adictos a su aprobación. No tenemos que ser aprobados por ciertos individuos para sentirnos bien con nosotros mismos. Cuando creemos que necesitamos eso, tenemos una falsa creencia que abrirá la puerta a una gran cantidad de desgracia en nuestra vida. Puede que empleemos mucho tiempo y energía tratando de agradar a la gente y ganarnos su aprobación”.
LOS RECHAZADOS SE CONVIERTEN EN RECHAZADORES
Al aprender el juego del rechazo, también nos convertimos en rechazadores de otros, dictando pautas que “debieran ser” según nuestro criterio. Pero la realidad es que rechazamos en otros lo que no nos gusta de nosotros mismos, los demás son solo un espejo de nuestras propias heridas. También lo hacemos como un mecanismo de defensa para no enfrentar el dolor que traemos cargando. Y como consecuencia nos aislamos de todo para no sufrir más.
Sin embargo, el rechazo mayor es el que sentimos hacia nosotros mismos: hacia nuestro físico, forma de ser y habilidades. Y en la mayoría de los casos, pasan años para que descubramos realmente quiénes somos y seamos fieles a nosotros mismos, sin importarnos el exterior.
SIETE CLAVES PARA SANAR LA HERIDA DEL RECHAZO Y TENER AMOR PROPIO
A continuación, te describo siete claves que me han servido en lo personal para trabajar la herida del rechazo:
- Comienza tratándote bien.
- Nunca hables mal de ti mismo sino de forma positiva.
- Deja de buscar la aprobación de otros.
- Date lo que necesitas.
- Rodéate de personas que te amen y acepten tal como eres.
- Identifica bien en qué momento y por quién fuiste rechazado, para que sepas exactamente lo que tienes que trabajar y sanar.
- Busca herramientas, libros, terapia, meditación, oración para que inicies el proceso de sanar a tu niño interior.
Creo firmemente, que repetiremos miles de veces la prueba del rechazo hasta en tanto no la hayamos sanado por dentro. La atraeremos de manera inconsciente una y otra vez, durante el tiempo que estemos vivos. La meta es sanar la herida del rechazo, si deseamos que ya no nos duela y afecte. Especialmente, si no queremos seguir atrayendo a personas y circunstancias que nos rechacen.
Mi hijo fue feliz ese domingo usando un tenis diferente en cada pie, y yo me convertí en la fan numero uno de su moda. Apoyarle, validarle y hacerle sentirse confiado en sí mismo es una de mis principales tareas. Pero antes que eso, debo comenzar conmigo, con la ardua tarea de romper cualquier condicionamiento que haya recibido de niña, conciliarlo y perdonarme para ser más libre aún.
Mi hijo de seis años me enseñó una lección muy valiosa: no debe importarnos lo que los demás piensen de nosotros. Siempre y cuando nos haga felices y no dañemos a nadie. Que no debemos tener miedo a ser nosotros mismos.
No somos copias del carbón. Somos seres humanos individuales, distintos, con huellas dactilares únicas e irrepetibles, creados por un Ser Superior perfecto, que nos dio desde que nacimos la libertad de ser nosotros mismos.
Finalmente, validarnos por quiénes somos y no por lo que otros dicen, piensan o incluso por lo que tenemos es el primer paso. Nuestro principal reto debiera ser amarnos, respetarnos y aceptarnos sin tener la necesidad de buscar la validación de los demás.
Por: Graciela Nichols
FB: Graciela Nichols, IG:Graciela Nichols/ Mail: gn@nichols-velazquez.com